Escapadas y Viajes

Ruta gastronómica por el norte de Marruecos

La gastronomía marroquí es una de las más deliciosas del mundo. Sus ingredientes básicos son las verduras, las carnes, el cuscús y las especias, que pueden combinarse de muy distintas formas dando lugar a platos sabrosos y originales. En el puente de mayo visitamos este país e inmortalizamos alguno de los platos más tradicionales. Presentamos en este post algunos de ellos, que podemos encontrar en cualquier restaurante o puesto callejero en una ruta gastronómica por el norte de Marruecos. Tánger, Asilah y Tetuán fueron para nosotros cuna de deliciosos platos marroquíes.

 

Tánger, el caos ordenado

Tras aterrizar en Tánger a media tarde cogimos un grand taxi para llegar hasta el hotel, en la puerta de la Medina. Aprovechamos la tarde para conocer el centro de la ciudad, el gran Zoco y la plaza del 9 de julio, y antes de anochecer decidimos dónde sería la primera cena en Marruecos. Le Nabab fue el restaurante elegido, un bonito local escondido en una pequeña calle de la Medina en el que parecía que se había parado el tiempo. Un oasis de tranquilidad en medio del caos de Tánger.

Tajine de kefta en restaurante Le Nabab

Cuscús en restaurante Le Nabab

 

Elegimos dos platos tradicionales para cenar: un tajine de kefta con juevo y cuscús royal de pollo. El tajine es un plato típico marroquí que se cocina en un recipiente de barro compuesto por un plato hondo y una tapa cónica, a fuego muy lento. Puede ser de carne, kefta (albóndigas muy pequeñas) o pollo y va acompañado de verdura y huevo frito en algunos casos. Nunca lo habíamos probado y la primera sensación fue impresionante: un sabor súper casero y elaborado, ingredientes muy naturales y muy muy bueno. La carne resulta muy tierna dada la lenta cocción y el resultado es una maravilla.

El cuscús no tenía nada que envidiar. Aunque habíamos probado algunos en España, aquel plato era sabor puro y la combinación de especias muy acertada. La presentación de los platos y el ambiente relajado acompañaba, la cena resultó perfecta. En cuanto al precio, el Nabab se situaba por encima de cualquier restaurante tangerino pero adecuado para un bolsillo turista: por euros cenamos dos personas.

Otra de las noches en Tánger nos decantamos por el Hammadi, un famoso restaurante situado en la Kashba que además ofrece música en directo. La decoración es tradicional marroquí y el ambiente es divertido, aunque demasiado enfocado en los turistas. En esta ocasión elegimos para cenar pastela de pollo, uno de los platos más ricos en Marruecos. Se trata de un pastel de hojaldre relleno de pollo, carne o pescado con muchas especias y frutos secos. Tiene un ligero sabor dulce que se combina con el salado del resto de ingredientes y el resultado es muy bueno.Restaurante Hammadi, Tánger

 

 

Asilah, la perla del Atlántico

Tratamos de viajar hasta Asilah desde la estación de autobuses de Tánger pero no salía ninguno a primera hora de la mañana, así que decidimos coger un taxi privado. Por 20 euros nos llevó hasta la Medina de la ciudad conocida como la perla del Atlántico y nada más llegar pudimos apreciar las razones de este nombre 🙂

Es una ciudad preciosa, blanca, en perfecta sintonía con el mar que la rodea. En ella se respira silencio, agua de mar, paz y tranquilidad. Después de recorrer la Medina tomamos unos zumos de naranja (aún no habíamos encontrado cerveza en ningún sitio) en una terraza a sus puertas, y poco más tarde nos sentamos a comer. Decidimos hacerlo en la terraza del Yali, uno de los muchos restaurantes que se suceden en la Avenue Mohamed el Hassani. El local no destacaba por nada en particular, los baños estaban bastante sucios y varios gatos molestaban a los clientes (también es verdad que éstos les daban de comer), pero nos gustó su ambiente y, sobre todo, la calidad de sus platos.

Restaurante Yali, Asilah Restaurante Yali, Asilah

Nos decidimos a probar el pescado, famoso en la ciudad y en esta costa del norte de Marruecos. Pedimos una fritura que contenía merluza, gallitos y otros pescados tradicionales de la zona, además de calamares y gambas y una buena ración de patatas. Volvimos a pedir tajine, en este caso de pollo. El acompañamiento es el mismo siempre pero la carne, pollo o kefta le aporta un sabor diferente. A pesar de que el que comimos el primer día estaba más sabroso, éste también nos gustó bastante.

Nos dimos otro paseo por la ciudad y cogimos un taxi, en esta ocasión colectivo, para regresar a Tánger.

 

Tetuán o la grandeza del pasado

El tercer día viajamos en autobús hasta Tetuán, antiguo protectorado español y una ciudad en la que se respiraba historia en cada momento. Su Medina, mucho más caótica y desordenada que la de Tánger, nos enseñó los productos marroquíes más auténticos y los mercados callejeros más originales. Tras conocer el centro de la ciudad, las reminiscencias españolas en la zona y los signos de la grandeza de su pasado tomamos un refresco en la calle principal y poco después nos decidimos por comer en el restaurante la Restinga, famoso por su calidad y buen precio. En esta ocasión pedimos cuscús de pollo y de carne, para probar todas las combinaciones posibles, y pinchitos adobados. Los cuscús estaban buenos pero tampoco llegaban al sabor del primer restaurante. Los pinchitos nos gustaron mucho, muy tiernos y sabrosos a la vez.

Restaurante La Restinga, en Tetuán Restaurante La Restinga, en Tetuán

Tras la comida recorrimos los alrededores de la ciudad para disfrutar un rato más de sus gentes y guiños a la historia de nuestro país, y volvimos a Tánger ya entrada la tarde.

El viaje por el norte de Marruecos llegaba a su fin. Aunque nos faltó por probar algún plato típico como la Harira, una especie de sopa bastante espesa, podemos decir que nos llevamos un gran recuerdo de su gastronomía. La riqueza de sabores y combinación de especias le otorga a los alimentos unas peculiaridades muy buenas, y esto, unido a la forma de cocción, ofrece un resultado delicioso.

Por último, queremos destacar las cientos de pastelerías o patisseries que ofrecen por toda la ciudad variados y coloridos pasteles dulces y otros salados. Nosotros probamos los segundos: hojaldres rellenos de pequeños fideos y picante, o de queso, o de pescado. Una gran idea para matar el hambre entre horas mientras paseamos por cualquiera de estas ciudades maravillosas.

 

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Marta

Periodista, viajera infinita, vallisoletana de origen y madrileña de adopción.

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